domingo, 26 de diciembre de 2010

El cambio del mundo


Si el mundo, inmerso en el Mal y en la más feroz violencia, no ha sido aún reducido a cenizas, ha sido sólo gracias a la Santa Misa. Por eso nos da a entender el Padre Pío que no hay desastre, guerra o catástrofe que sea un mal mayor que la desaparición de la misa: "El mundo podría quedarse incluso sin sol, pero no sin la Santa Misa".
 El Cardenal Siri nos desvela un misterio excepcional: "Mientras se celebra la Santa Misa todo el mundo recibe algo de esa celebración". Incluso la más humilde de las celebraciones eucarísticas en el mas apartado pueblecito de la cristiandad, ante unas cuantas humildes mujeres, acarrea a la humanidad beneficios que ningúna gran iniciativa humana, ni conferencia, ni manifestación, ni acción política o social pueda acarrear. Ningúna revolución humana, pacifista incluso, ninguna diplomacia ni gobierno o partido o fuerza terrena puede hacer por la paz y el bien de los hombres, lo que hace la misa celebrada en la más apartada parroquia de la cristiandad.

Los católicos parecen haber olvidado que no hay nada, absolutamente nada, que pueda ser equiparable a la misa en cuanto a fuerza y eficacia de salvación y de cambio de la historia. Efectivamente desde que la fe en ella ha disminuido, se ha multiplicado el afanoso atarearse, el hablar, y el hablar de más por parte de los cristianos, acaso arrastrados aquí y allá, por una ráfaga cualquiera de la doctrina.
Los católicos se han hecho la ilusión de que la redención de la humanidad, o aunque no fuera más que un cambio del mundo, podría ser llevada a cabo por el hombre mediante su compromiso de cristianos, o mediante el compromiso de los hombres a favor de los últimos, de los penúltimos, de la justicia, del bien.
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